Buenos días. Hoy es el 12º día de Estado de Alarma en España, y hace dos días que no escribo, prueba de que el tiempo pasa más rápido de lo que pensamos a veces. Y debemos llegar no hasta el 15º sino al 30º como mínimo, y sin Eucaristía por decisión de mi Diócesis. Para mí es un tiempo perdido en ese sentido, porque podría haber dado muchos frutos, incluso de conversión, haber dejado la posibilidad de seguir orando y celebrando al menos el domingo en la Iglesia. Recuerdo que el Real Decreto, no lo prohibía.
La experiencia en nuestro caso es que en estos doce días, prácticamente nadie se ha interesado por nosotros. Quitando la conversación diaria con mi madre por teléfono, y algún caso aislado, por ejemplo, un hermano de una de mis cofradías, me preguntó en los primeros días si estábamos bien. Mi hermana, una vez en doce días. Ni los sacerdotes que conozco, ni muchos de los católicos que he conocido o conozco a lo largo de los años se ha dirigido a nosotros.
A la familia segunda, no la menciono, porque es lógico que cuando no se tiene comunicación casi nunca, ahora tampoco, aunque eso refuerza mi creencia de que la pandemia no está actuando en ciertas áreas tampoco.
Una persona incluso me ha traicionado y me ha estafado más de 300 euros hace unos días. Podía haberlo hecho en otro momento, pero no, lo ha hecho durante la pandemia.
Por redes sociales, unas dos personas se han interesado por nosotros, una o más veces, si leen esto sabrán quienes son.
Lo que yo he hecho en estos días, lo sabe Dios, y no lo voy a contar aquí, sólo resalto la idea de que yo no he percibido que la gente se vueva mejor por la pandemia, lo cual me hace temer, que cuando pase todo, la vida seguirá igual en lo que a esto respecta. El que hacía el mal, lo seguirá haciendo, el indiferente seguirá siéndolo, y el atento, seguirá siendo atento.
La experiencia en nuestro caso es que en estos doce días, prácticamente nadie se ha interesado por nosotros. Quitando la conversación diaria con mi madre por teléfono, y algún caso aislado, por ejemplo, un hermano de una de mis cofradías, me preguntó en los primeros días si estábamos bien. Mi hermana, una vez en doce días. Ni los sacerdotes que conozco, ni muchos de los católicos que he conocido o conozco a lo largo de los años se ha dirigido a nosotros.
A la familia segunda, no la menciono, porque es lógico que cuando no se tiene comunicación casi nunca, ahora tampoco, aunque eso refuerza mi creencia de que la pandemia no está actuando en ciertas áreas tampoco.
Una persona incluso me ha traicionado y me ha estafado más de 300 euros hace unos días. Podía haberlo hecho en otro momento, pero no, lo ha hecho durante la pandemia.
Por redes sociales, unas dos personas se han interesado por nosotros, una o más veces, si leen esto sabrán quienes son.
Lo que yo he hecho en estos días, lo sabe Dios, y no lo voy a contar aquí, sólo resalto la idea de que yo no he percibido que la gente se vueva mejor por la pandemia, lo cual me hace temer, que cuando pase todo, la vida seguirá igual en lo que a esto respecta. El que hacía el mal, lo seguirá haciendo, el indiferente seguirá siéndolo, y el atento, seguirá siendo atento.
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